¿Crees
que existe la eternidad?
La
eternidad no existe. Pero si existiera...¿seguirían juntos para
siempre?
Los
latidos de ambos iban a destiempo, pero poco a poco escuchaba cómo
el sonido se iba volviendo uno solo. La sangre y los cuerpos de carne
les rodeaban por completo, envolviéndoles, y el sonido nauseabundo
de aquellos pedazos al moverse se veía completamente eclipsado por
el unísono de sus corazones.
Iban
a morir.
Pero,
por extraño que parezca, a ninguno de los dos les preocupaba; solo
estar así, uniéndose literalmente, era suficiente. Los brazos de
Youji rodeaban a Tetsuo, y éste apoyaba la cabeza en el pecho del
otro. Sus pieles se estaban uniendo. Muy, muy lentamente se volvían
uno.
No
tenían miedo. Ni media hora antes habían estado en la azotea con el
arma de Kitani apuntada hacia ellos; ahí habían sentido verdadero
miedo. Youji vio cómo la bala penetraba el cuerpo de Tetsuo, que
por ser un “macho” siempre se había curado rápido. Pero
con la bala dentro era imposible, así que el mismo Tetsuo sacó la
pieza metálica de su propio cuerpo, con dos dedos y a sangre fría.
Pero
en ese momento estaban finalmente juntos, después de la tercera y
última vez que tenían sexo, habían empezado a unirse. Ninguno de
los dos se asustó cuando los seres rechazados por Dios comenzaron a
rodearles, formando una crisálida que les envolvía. Habían
aceptado la voluntad de aquellas criaturas, y aunque quisieran estar
juntos para siempre, sabían que aquello era lo correcto.
No
hubo muchas palabras, realmente no eran necesarias –nunca lo
fueron. Bastaba con sus miradas llenas de un sentimiento
completamente indescriptible. Sé que voy a morir, pero si puedo
hacerlo a tu lado, entonces no tengo objeción alguna.
Recordaron
brevemente que Kamiya mencionó algo respecto a aquel momento. Algo
como que “el macho” y “la hembra” puros
acababan unidos para hacer posible el nacimiento de el “ser de
raza”. Ambos morirían, sí, pero, ¿qué hay del ser de raza?
No
podían evitar preguntarse qué pasaría con ellos después.
¿Simplemente morirían? ¿Se convertirían en una de esas criaturas
a las que Dios les ha dado la espalda y privado de un cuerpo humano?
¿Sus
almas quedarían dentro del ser de raza?
No
me importa lo que pase después con tal de que pueda acabar mi vida
junto a ti.
Aquello
era lo importante; era inútil pensar qué podría pasar después.
Youji se concentró en el rostro de Tetsuo, queriendo sellar en su
mente aquella imagen, porque quería que fuese lo último que sus
ojos pudiesen ver. Tetsuo quiso hacer lo mismo, y aunque ya no podía
mover sus manos, hubiese querido acariciar la mejilla y el cabello
oscuro una vez más.
Seas
lo que seas, ser de raza, quiero que esta imagen se quede contigo
para siempre, porque nunca verás algo más hermoso.
-Youji, te...
-...amo, Tetsuo...
-Youji, te...
-...amo, Tetsuo...
Sonrieron
los dos. La felicidad era inmensa a pesar de la situación, y es que
estar uniéndose poco a poco y saber que lo afrontarían juntos lo
que quisiera que viniese después, daba seguridad.
Cuando
ya no podían abrir los ojos, notaban el ritmo de los corazones ir
cada vez más lento – o del corazón, pues ya no podían apreciar
qué partes de ellos estaban ya unidas. El uno pensaba en el otro
como si hubiesen vivido una vida en la que solo existiesen ellos. La
imagen del rostro sereno que habían grabado en su mente se veía tan
detallada como un cuadro.
¿Y
si aquello mismo era la eternidad?
Me
pregunto si estos pensamientos llegan a ti ahora que somos uno. Pero
esto es eternidad.
Sintiendo
algo extraño, nació en este mundo, entre paredes viscosas que aun
se movían y metálico olor a sangre. Como una mariposa que sale de
su crisálida, el ser de raza nació. Tal y como los fanáticos de
aquella “religión” decían, tenía un par de ojos carmesi.
También una inmensa belleza, piel blanquísima y pelo oscuro – no
aparentaba más de doce años. Observaba con sus ojos grandes su
alrededor; paredes cubiertas de trozos de carne vivos que
desaparecían poco a poco, retirándose como los súbditos ante la
llegada de su rey.
Intentando
incorporarse se sintió débil y cayó de la cama. Confuso, se rindió
y se acurrucó sobre la sábana blanca que caía de la cama.
Al
cerrar los ojos para intentar descubrir qué pasaba, la imagen de dos
rostros desconocidos se repetía en su mente.