martes, 13 de diciembre de 2011
domingo, 11 de diciembre de 2011
#11. Coffee is a lie [Cap.1- Love is sometimes invisible]
Seiji Sakurai es un nuevo editor del departamento de shoujo de Marukawa Shouten. Poco después de su contrato, le es asignado su primer mangaka,Mocca, quien resulta ser alguien bastante extraño.
¿Cómo lidiará Seiji con esta persona para conseguir un bestseller? ¿Qué habrá detrás de las extrencidades de Mocca-sensei?
¿Primer amor?
---
Basado en Sekaiichi Hatsukoi.
sábado, 3 de diciembre de 2011
#10. Checkmate
miércoles, 9 de noviembre de 2011
#9. Stockholm Syndrome
[Shiki x Akira ---> Togainu no Chi]
Síndrome de Estocolmom. med. y psicol Sustantivoreacción psíquica en la cual la víctima de un secuestro, o persona retenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de afecto con quien la ha secuestrado.
Él te lo dijo desde un principio.
"Esa puerta estará siempre abierta, estará en tu mano el querer escapar o no."
Pero lo segundo que dijo lo oirías de su boca una y otra vez hasta la saciedad.
"Pero recuerda que tú eres solo mío, eres de mi propiedad. Nadie más puede tocarte, solo yo. ¿Entiendes?"
Y te pareció lo más extraño y egoísta que habías escuchado en tus veintipocos años de vida.
Ese hombre de ojos carmesí y pelo negro como el cielo de aquella noche -ese que no sabía ni tu nombre ni qué demonios hacías en Igra- dijo esas palabras con total naturalidad. En ese momento estabas atónito, ¿pero qué estaba diciendo ese? ¿Es que se creía el rey de aquel infernal lugar? ¿Y qué derecho tenía a tratarte así?
Luego comprendiste que, efectivamente, él era el rey. Fue después de ese extraño encuentro, justo cuando tenías todas esas placas recogidas, justo cuando Keisuke y tú estabais a un paso de salir de Igra, justo cuando abriste los enormes portones encadenados de aquella enigmática sala de Vischio. Justo cuando le viste allí, con ese semblante orgulloso y calmado que siempre portaba, esa superioridad y autoridad que prácticamente emitía cuando sostenía su poderosa katana.
Aunque claro, hasta ese momento tú no sabías que la clave para tu escapada de Toshima era Shiki. Shiki era Il Re, el rey de Igra. No le fue difícil derrotarte, aunque por alguna razón que en su momento no comprendiste, no te mató. Sin embargo, sí que hirió de gravedad a Rin y ante tu impotencia y debilidad le arrebató la vida de una estocada al que fue siempre tu único y mejor amigo, Keisuke.
Se suponía que ambos saldríais vivos de Igra, juntos volveríais a casa. Keisuke había hecho lo imposible por ti, incluso había consumido la peligrosa droga Line para ser más fuerte. Desde siempre supiste que él sentía algo por ti, pero a los dos os daba miedo que vuestra amistad cambiase. Le ignoraste muchas veces, le trataste mal otras tantas.
Pero eso ya no importa, porque Keisuke está muerto. Por mucho que llores sobre su cadáver, solo verás los ríos de sangre mezclados con la agónica lluvia que lo arrastraba todo, incluidos tus recuerdos y remordimientos, aunque de eso último no te diste cuenta hasta mucho más tarde.
Salir de Igra en ese momento hubiese tenido tanto sentido como el que tuvo entrar; nulo, cero.
Shiki te había quitado lo poco que poseías: la libertad y el cariño de tu compañero. Querías aniquilarle, mutilarle, hacerle agonizar, sufrir, querías incluso atarle y matarle de la forma más lenta y dolorosa posible. Pero todo eso se quedaba allí mismo, en un rincón de tu mente. Porque llámalo estupidez, llámalo pérdida de la poca cordura que te quedaba, pero Shiki despertaba tu interés.
Y tú despertabas el suyo, eso os quedó claro desde un principio.
Era un lazo invisible, bizarro, imposible.
Era un lazo de dos criaturas que han visto la locura con sus propios ojos, dos criaturas que han visto demasiadas cosas horribles, dos criaturas que en las noches -siempre- frías se abrazan con sus cuerpos llenos de cicatrices. Como dos perros apaleados.
Solo tú podías ver compasión en los ojos de Shiki, esos ojos gélidos como témpanos de hielo guardaban millones de cosas que contar, millones de emociones incomprendidas. Tú querías escarbar para ver cómo era Shiki en realidad, pero él no te dejaba. Él solo hacía las cosas más complicadas.
Tú te rehusabas a hacer las cosas a su manera. Era sádico, egoísta, terco, y tú no lo tragabas. Nunca te pidió permiso a la hora del sexo, siempre, siempre tenía que ser cómo y cuándo él quisiese. Y él no tenía cuidado alguno, mordía, rasgaba, arañaba y siempre jugaba con el piercing que un día había decidido perforar en tu ombligo.
Él era tu captor, tú el prisionero absoluto.
Y tan repentinamente como te dejó claro a quién le pertenecías, un día empezó a ser más suave, empezó a tener cuidado y empezó a tratarte como algo más que un simple juguete. No le pusiste pegas. Tampoco es que empezase a tratarte como a un igual, seguía siendo violento y persistente. Pero llegados a ese punto te besaba más a menudo, te trataba las heridas que él mismo te provocaba.
¿Qué sentido tenía todo eso? ¿Qué clase de relación manteníais? Aun tenéis tiempo para averiguar eso.
El síndrome de Estocolmo...
La vuestra es una peculiar historia de un captor secretamente enamorado de su víctima, y de una víctima secretamente enamorada de su captor.
Me ha dado fuerte por esta pareja. ¡Son tan difíciles de escribir! D:
Este oneshot me ha salido malísimo, pero no doy para más ahora mismo. Son casi las dos de la mañana y la garganta me está matando. Debería haberme ido ya a dormir hace una hora, pero tenía que escribir esto. En fin, a ver si otro día me viene la inspiración antes...
sábado, 15 de octubre de 2011
#8. Your words reach me like a ton of cut wires
jueves, 1 de septiembre de 2011
#7. Pride
martes, 30 de agosto de 2011
Things about hatred and camellias
[Jinguji Ren x Hijirikawa Masato ---> Uta no Prince-sama]
Le odias. Odias su maldita sonrisa, su mirada, su voz, sus ojos. Sus ojos, esos que ven a través de ti con tanta facilidad. Sus manos; tan perfectas. Su pelo; dorado, brillante, impoluto.
Pero lo que más odias es que no puedes odiarle, que tampoco puedes dejar de pensar en él. Odias haber compartido la mitad de tu infancia con él, que te conozca tan bien, que sepa qué palabras escoger para hacerte rabiar.
Y esa mañana de mayo, te parece odiarle más de lo normal. Quizás sea su actitud, quizás ese cúmulo de ruidosas chicas que no paran de seguirle gritando tonterías. O quizás sea esa fresca y perfecta flor que sostiene él mientras decide a cuál de esas chicas debería dársela.
Y de repente, tú quieres esa flor. No por la flor en sí, sino por el significado que tiene detrás.
Pero eso es imposible, tú lo sabes. Él te odia, tú le odias. Pero no sabéis el significado de ese odio. ¿Es que acaso queréis mataros entre vosotros? No, ¿verdad?
¿Entonces qué es?
Ni te paras a pensarlo. Pero cuando te giras para dejar el lugar, la flor está frente a tus ojos. Y puedes sentir los ojos de Ren sobre ti, saboreando cada segundo de tu confusión. Las chicas han desaparecido. Estáis solos.
-Si tanto la querías solo tenías que pedírmela, Hijirikawa.
Eso te dice. Te sonríe burlón, como siempre que te sonríe a ti. Porque adora hacerte enfadar, inconscientemente haciendo que le odies aun más. En ese momento solo quieres recordarle lo estúpido que es, pero no te salen las palabras. Solo un sonido imperceptible y ahogado, tragas saliva. Juras que puedes oír algo en su interior riendo a carcajadas, pero él no quita la mirada de ti. Su sonrisa no se borra, y en ese momento solo deseas, solo, que deje de burlarse de ti.
Cierras los ojos.
Esa flor es como un puñal para ti. Te recuerda a él, a cuánto le odias y a cuánto te gustaría olvidarle. Pero la hoja de ese puñal rasga también la parte de ti que le observa de lejos, que recuerda los buenos momentos de cuando erais niños, que desea que todo vuelva a ser como antes. Esa que se pregunta qué le hizo cambiar, qué os hizo cambiar, y que si de verdad todo ese odio es necesario.
Abres los ojos.
Y la flor no se ha movido de su sitio. Sientes algo romperse muy muy adentro, tu pecho arde y por unos segundos piensas que te ahogas.
Pero respiras profundamente intentando que no se note.
Una suave carcajada por su parte atrae tu mirada. Vuestros ojos se encuentran y todo se acaba. Ahora sí que quieres correr, salir de allí y acabar con la parte de ti que le anhela.
Pero lo sabes bien, su mirada puede ver a través de ti. Sabe que estás teniendo una guerra de emociones en tu interior. Y de repente ves una chispa de compasión en sus ojos, su mirada vuelve a ser como la de aquel día. Aquel día en una fiesta de etiqueta en la que os conocisteis de niños. Aquel día en el que tomó tu mano sin saber tu nombre y te sacó fuera del lugar. Aquel día en el que jugasteis hasta el agotamiento en la orilla del lago del jardín, riendo, disfrutando, viviendo.
Y entonces recuerdas la conversación que tuvisteis mientras aun tomados de la mano descansabais sobre el césped. Recuerdas que él se sorprendió ante la belleza de unas flores rosadas que brillaban a la luz de la luna. Le explicaste que esas flores eran camelias, que las conocías porque tu madre era aficionada al lenguaje de las flores, o Hanakotoba, y que las camelias rosas significan anhelo.
Le sorprendió que supieras algo así y desde entonces de vez en cuando te preguntaba cosas sobre flores, a lo que respondías con entusiasmo.
Él se da cuenta de que te has dado cuenta de algo. Por dios, ¿tan fácil eres de leer?
Qué idiota eres por no darte cuenta antes.
Esa maldita flor es una camelia rosa.
No puedes hacer otra cosa que mirarle incrédulo. Y por fin te mueves y tomas la camelia con cuidado, pero vuelves a mirarle.
“Anhelo”
¿Y si todo volviera a ser como antes?
Y todo el dolor que atacaba tu pecho desaparece de golpe cuando sus dedos retiran tu flequillo y sus labios besan tu frente, mientras el pulgar de su mano libre roza el lunar bajo tu ojo derecho.
-Apuesto a que estás furioso, Hijirikawa. -susurra entre risas. Es igual de insoportable que siempre, pero no sería el Jinguji Ren que conoces si no.- Pero lo de la camelia va en serio, recuerdo su significado perfectamente, por si tienes alguna duda.
-Oh, ¿podrías callarte por una vez? Trato de reflexionar por qué demonios no te he golpeado aun.
Y vuelve a reír, pero al menos está callado. Suspiras profundamente y le abrazas por primera vez en años.
Y qué bien sienta
jueves, 11 de agosto de 2011
#5. The Thirteenth Full Moon (Parte 1)
domingo, 26 de junio de 2011
#4
Ese día, Hibari Kyôya estaba a punto de entrar por la puerta de la mansión Cavallone tras casi un mes fuera de Italia. Esta vez era él quien visitaba, pues le pillaba casi de paso. Aunque no lo exteriorizara, estaba ansioso por volver a ver a Dino. Estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo lejos de él, pero a veces se hacía insufrible tener que esperar tanto tiempo para finalmente poder acariciarle, besarle, tocarle.
sábado, 11 de junio de 2011
#3
sábado, 28 de mayo de 2011
#2
sábado, 14 de mayo de 2011
#1
Y una vez más, suspiró ante la predecible y terca reacción del menor.
-Kyôya, no puedes ir por ahí golpeando a la gente...no te entrené para que hicieras eso.
-Cavallone, me importa más bien poco por qué me entrenaste, ya te dije que soy libre y haré lo que me plazca. Si quiero atacar a unos estúpidos herbívoros, lo haré. No necesito tu consentimiento.
-Escucha...tú no peleas, tú golpeas sin importarte dónde hieres. Crees que eres un adulto, pero no eres más que un niño caprichoso que está dotado de una fuerza y habilidad descomunales. No sabes controlarte, te comportas como uno de esos "herbívoros" que tanto desprecias.
-Nunca pedí tu opinión sobre mí, ¿entiendes? Golpeo donde quiero, a quien quiero, cuando quiero. Si yo digo que no soy un herbívoro, es que no lo soy. Si te digo que no necesito la ayuda de un capo tan mediocre como tú, es que no la necesito. Sal de aquí, antes de que cambie de opinión y decida matarte, Haneuma.
Dino no pudo evitar soltar una pequeña risita, ese comentario había ido directo al orgullo del japonés.
-Así que soy un capo mediocre...¿eh? Bueno, pues te recuerdo que tú, carnívoro, nunca has derrotado a este capo tan mediocre.
-Cierra la maldita boca.
-Oblígame, Kyôya. -sonrió desafiante el capo, poniéndose en guardia sabiendo perfectamente que el pequeño impaciente no tardaría en intentar partirle la mandíbula con sus impolutas tonfas.
Hibari era, efectivamente, algo inmaduro. Era una tarea fácil la de leer sus movimientos si le conocías lo suficiente, si sabías qué palabras escoger para desatar su ira.
-Estás bastante hablador hoy, tendré que cortarte la lengua, Cavallone. -sonrió Hibari con una sonrisa en los labios un tanto sádica. Y como magia, la psicología que el italiano había usado con su alumno, funcionó. Hibari no tardó en cargar contra él toda esa fuerza tan increíble para un chico de su edad y complexión.
Pero Dino consiguió enredar su látigo rápidamente alrededor del cuerpo del chico, aprisionándole los brazos para que sus tonfas se volvieran completamente inútiles en ese momento.
-Ahora escúchame, Kyôya. -dijo el joven capo, mirándole más seriamente. Hibari le devolvió una mirada furiosa al ver que Dino no había tenido ni que moverse del sitio para inmovilizarlo.- Te voy a decir una cosa que recordarás siempre... Uno no lucha para herir a otras personas por el mero hecho de hacerlas daño. Uno lucha para defenderse a sí mismo, a su cuerpo, a su vida. Solo vas a tener un cuerpo en toda tu vida, no puedes dejar que lo dañen tan fácilmente. Te he visto demasiadas veces con heridas mal curadas, cortes, hematomas que ni siquiera te molestas en tratar. Uno lucha...para protegerse a sí mismo y proteger sus cosas más preciadas.
Hibari no cambió su expresión en ningún segundo.
-¿Para qué luchas, Cavallone?
-Para proteger a mi familia...y a ti, Kyôya. -su tono de voz se suavizó, y se atrevió a besar la frente del pequeño como hacía otras veces, con esa tranquilidad y calidez de Dino. Hibari solía responder ante esos actos de cariño con un golpe, pero en ese momento se encontraba inmovilizado.
-A mí no me tienes que proteger, estúpido. Yo soy capaz de defenderme por mi cuenta.
-Entonces demuéstramelo, demuéstrame que puedes protegerte a ti mismo y que puedes hacer lo mismo por quienes te importan.
-Te odio, Cavallone...-refunfuñó el japonés, con un toque infantil- Te morderé hasta la muerte un día, entonces te demostraré que sé defenderme y que no necesito que nadie lo haga por mí. Además...a mí no me importa nadie.
-¿Es una promesa? -sonrió divertido el capo.
-Hm, sí, lo que sea... Suéltame.
Dino suspiró satisfecho, aflojando el látigo y liberando a su alumno.
-Andando, tienes que tratarte ese golpe. -ordenó Hibari, estirando un poco los brazos tras haber sido aprisionados.
-¿Eh? ¿Qué golpe? Si no me has tocado.
-Este. -volvió a sonreír de esa manera, casi cruel, pero divertida, mientras una de sus tonfas impactaba contra la mandíbula de su tutor.
A pesar del dolor y del hilo de sangre que caía por sus labios, Dino no pudo evitar reír ante la estrategia simple pero efectiva del auto-proclamado propietario del instituto Namimori.
-¡Vas aprendiendo, Kyôya! -dijo sin parar de reír-
-Vamos, antes de que cambie de opinión y te golpee en la otra.
Dino siguió riendo y siguió a su alumno hasta la enfermería, donde el menor se encargó por sí mismo de curar el llamativo golpe en la mandíbula del torpe italiano.
Lucharía por defender su cuerpo, y por defender el de aquel estúpido, Dino Cavallone.